jueves, 17 de febrero de 2011

I

Devastadora
como la mano del volcán,
que todo lo coge
y todo lo lleva.

Te vas y no vuelves,
pero me arrastra tu huracán.
Y ahora que quiero seguirte
no te alcanzo,
no me dejas.
Me desechas en la lejanía
de tu oscuridad sin Luna.

Eres un contraste
de blancos y negros
disperso en acuarelas,
y te derrites en el día
como la luz del Sol
que se vierte
sobre las montañas.

Leve como la brisa matinal,
e igual de fría,
te vas. Como siempre.
Pero yo resto aquí
como nunca,
en tu helada madrugada.

Tú, sin brillo,
como una más de esas estrellas
que se ven y ya no existen.
Tú, turbiamente nocturna
te pierdes en la gélida noche
que nos tiñe de eternidad.
Pero eres eterna también,
más allá de tus palabras y conceptos.

Acabas con todo lo que te rodea,
intensa, como un fuego.
Como ese fuego
de tu pecho,
ahora en tus manos.
Y aunque me quemas
intensamente,
sigo aquí.
Aquí.
¿No te das cuenta?
Sigo aquí, a pesar de todo.

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