jueves, 3 de febrero de 2011

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Este mundo es el camino
para el otro, qu'es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar;
partimos cuando nascemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que feneçemos;
assí que cuando morimos,
descansamos.

Jorge Manriqu
e


Tengo 16 años hasta el martes que viene.
Recuerdo que hace casi diez años, el día 7 de febrero (la noche anterior a mi cumpleaños), decidí que no iba a cumplir los siete. Fue una decisión rotunda que tomé sentada en la cama de mi madre, entre lágrimas. La verdad es que no recuerdo por qué me negaba a cumplirlos, pero sí que tengo presente un profundo sentimiento de asfixia, de ahogamiento en un vaso de agua.
Decidí que no quería hundirme en ese vaso llamado “tiempo”.
Pero, lógicamente, ese día llegó. Y con todo el dolor del que disponía, cumplí los siete años.

Pensar en todo aquello me ha robado una gran sonrisa esta mañana. Quería evitar el paso del tiempo con todas mis fuerzas, y ya hace casi diez años de aquello. Entonces era demasiado pequeña como para entender que aquella agua contra la que luchaba contaba con una fuerza que no podía combatir.

Tengo 16 años hasta el martes que viene.
Hoy me he sentado en la cama de mi madre, y he echado la vista atrás. Quiero vivir, disfrutar, cometer cientos de errores y aprender de ellos. Quiero sentirlo todo intensamente, y quiero también escribirlo con la misma o con mayor intensidad. Hoy por hoy quiero beber el agua de ese vaso, sin prisa pero sin pausa. Sin ahogarme, sin que nada pueda sobrepasarme.
Sé que ese vaso del que bebo algún día se acabará y ya no tendré más agua para beber, pero hasta que ese día llegue, saciaré mi más profunda y vital sed.

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