jueves, 10 de febrero de 2011

Hogares y familias.

Esta mañana he vuelto a mi antiguo patio.
Es curioso, pero hace menos de un año pasaba allí mis mañanas. Y es curioso también pensar que, en primero de la ESO, para mí ese lugar no tenía la más mínima importancia.

Durante el verano de 2006 (si no recuerdo mal), mi madre nos llevó a Óscar y a mí a visitar lo que iba a ser nuestro nuevo “centro de estudios”. Al pensar en ese día sonrío con una gran nostalgia, pues mi madre dijo satisfecha “aquí está tu nuevo colegio”, y yo (pobre de mí), le contesté: “¿dónde?”.
“¿Dónde?”. Allí únicamente pude ver un garaje pintado de verde. Mi madre insistió, señalándome dicho garaje, y me sentí profundamente decepcionada al darme cuenta de que aquello iba a ser mi futuro colegio. A decir verdad, mi decepción fue creciendo a medida que me iba adentrando en aquel curioso lugar, en el cual no había ni patio, ni gimnasio, y en el que (a diferencia del resto de institutos) sólo había una clase para cada curso.
¿Cómo me ha podido meter mi madre aquí?”, pensé. Acababa de salir del colegio público Ramon Llull, un lugar grande, amplio, infinito ante los ojos de cualquier niño. Es cierto que aquel centro no creó en mí ningún tipo de lazo “inquebrantable” hacia él, pero aún así, fue mi escuela durante muchos años (ocho, exactamente).
Y de repente me encontraba allí. Delante de un garaje verde, con una cara de incredibilidad digna de la mejor bofetada.

Al empezar las clases, la cosa no mejoró demasiado. La primera impresión del instituto no fue buena, pero la segunda fue peor si cabe. Me encontraba en medio de una aglomeración de gente dispersa en aquel sitio laberíntico, acompañada de extraños y con unos profesores que, a simple vista, daban miedo.
Sentía que aquel pequeño lugar se me hacía grande. Todo era demasiado “adulto”, pero la verdad es que con los años te das cuenta de que esa es la típica sensación que se tiene cuando se es pequeño.

El tiempo empezó a pasar como una suave brisa. Era casi imperceptible, pero todo iba avanzando con una rapidez que no éramos capaces de notar. Los días se hicieron semanas, las semanas meses, y así pasaron cuatro años.
Los cuatro mejores años de mi vida.
Cuando me acostumbré a estar allí día tras día, me di cuenta de que aquel sitio era mi hogar. Un hogar pequeño y desastroso, pero cálido y acogedor a la vez. Si me encontraba mal, me sentaba en el borde de la entrada del lavabo hasta que se me pasaba. Si sentía algún tipo de incertidumbre, siempre había alguien para hablarlo y para sacarme una sonrisa.
Éramos una pequeña piña que nadie podía partir.
Allí he perdido y he ganado buenas amistades. He conocido a los mejores profesores del mundo, he aprendido a ser mejor persona y he sido feliz como nunca.
Parece mentira, pero aquel centro se convirtió en mi vida entera.
Y en cuarto de la ESO, cuando ya era plenamente consciente de todo lo que significaba Nuestra Señora del Mar – García Lorca para mí, me di cuenta de que aquello se acababa. Se acababan los paseos por los pasillos, los ratos en la sala de profesores, los días de gimnasia en el Estruch, las risas en Pau Casals (nuestro patio de tercero y cuarto)... se acababa todo.
Y por mucho que quisiera aferrarme a esas paredes, el tiempo era un juez implacable que ejercía su peso sin excepciones.
Admito que irme de allí me dolió en lo más profundo del alma. Sentí como si me hubieran partido por la mitad para dejar en esas clases una parte de mí. Pero es ley de vida. Estamos de paso, y Nuestra Señora del Mar era un lugar más por el que debía pasar.


Ahora estudio primero de bachillerato en un nuevo instituto mucho más grande, con patio, con gimnasio, con varias plantas y hasta con ascensor. Pero no es lo mismo. Cuando estoy en mi nueva clase, no hago más que pensar en la anterior. Cuando veo a los profesores me siento bien, porque admito que son unos profesionales excepcionales, pero no es lo mismo.
Nada es lo mismo.
Este es un lugar bonito, sí. Y frío. Somos un puñado de desconocidos que deambulan de arriba a abajo sin dirigirse una triste mirada. En este edificio sin alma todo es muy distante, y no soy capaz de encontrar ese toque especial que pude hallar en aquel curioso garaje. Porque lo importante no son las apariencias. Ese colegio era una ruina, sí. Pero que sea más o menos bonito no implica que sea mejor o peor. Y aquello podía ser un desastre aparentemente, pero su calidad y su humanidad eran inigualables.
Por eso, cuando la gente me pregunta “¿qué instituto me aconsejas tú para meter a mi hijo/a?”, contesto: “llévalo/a a Nuestra Señora del Mar, porque yo he estudiado allí y, si me dieran a elegir, volvería a hacerlo un millón de veces”.



Esta mañana he vuelto a mi antiguo patio.
Es curioso ver cómo pasa el tiempo, pero por unos instantes me he sentido como si ese incesante “tic tac” no hubiera hecho tantos estragos en mi vida. He estado tomando un café con dos profesoras maravillosas, sentada en aquel bordillo de Pau Casals. Aquel bordillo de siempre.
Y al estar allí, he sentido una calidez y un agradecimiento que no soy capaz de expresar con palabras, y me he dado cuenta, además, de que Nuestra Señora del Mar sigue siendo mi hogar y lo seguirá siendo siempre.
Me he dado cuenta que allí sigo teniendo una familia.

10 comentarios:

  1. Que bien escribes me has dejado los pelos de punta si hasta me has hecho llorar y todo!!!

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  2. Muchas gracias, Alicia. Me alegra que te haya gustado :)

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Me estuvieron aguantando por allí 5 años, de sexto a cuarto de la ESO. Las instalaciones, como bien dices, dejan bastante que desear, pero también nos aprovechábamos de eso. Cuando iba a segundo se nos cayó el techo encima, nos metieron en la sala del eco y aquello fue un caos, ahora nosotros disfrutamos como cochinos en el barro. Recuerdo esas paredes amarillo chillón que te despertaban de mala manera cuando entrabas por las mañanas, los treballs depuratius (me fui con la pena de no haber sufrido ninguno), hacernos los remolones para llegar tarde a clase tras la hora del patio, las conversaciones con los profes en los lavabos y los apelotamientos en la sala de profes y muchas más cosas. También te recuerdo a ti de forma lejana, pues yo también era paseanta oficial de los pasillos.

    Saludos ;)

    Pd: El comentario que te había dejado se ha borrado solito :S

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  5. Es una alegría leer esto :)

    Nuestra Señora del Mar era un desastre, sí. Un entrañable desastre. Ese lugar es único, y cuando vas pasando por otros sitios notas la diferencia... que es mucha.

    Ese techo era como una especie de "leyenda". Algunos decían que allí arriba había exámenes de Alicia anteriores al descubrimiento del fuego... otros comentaban que por esas alturas debían coexistir múltiples formas de vida desconocidas... ya sabes, leyendas urbanas.
    Sobre la sala del eco... siempre creí que era un lugar inhabitable, pero el año pasado acabaron metiendo allí a los pobres de primero. La verdad es que yo nunca he tenido la... ¿suerte? de estar allí... como mucho alguna veces que nos castigaban a mí y a otro liante y nos dejaban en esa sala, apartados del mundo (ratos que aprovechábamos para imitar a los profesores, por cierto).
    Yo tampoco he tenido el privilegio de probar uno de esos “treballs depuratius”, pero sinceramente... me alegro (que esos trabajos son depurativos de verdad).
    ¿Me recuerdas? Me gustaría decir lo mismo, pero no tengo el placer de saber quién está aquí intercambiando unas palabras conmigo. Aún así, únicamente por el hecho de haber sido otra “paseanta de pasillos”, ya me has conquistado ;P


    ¡Un saludo! Nos leemos ;)

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  6. No es tan leyenda urbana lo de ese techo... Nosotros, antes de que se nos viniese abajo, encontramos trabajos de gente del año catapún y creo que también algún examen, pero en esto último no me hagas caso porque no estoy muy segura.

    Ay, Alicia, energía pura y dura. Recuerdo que en tercero sonó el móvil de una, pero como no salió la culpable nos quiso castigar a todos bajándonos la nota de un examen que teníamos en pocos días. Después del patio volvíamos a tener clase con ella, pero nos quedamos en la puerta como protesta. Ella entró indignadísima y al ratito salió para negociar. Iba en plan dura, pero es un encanto. También recuerdo los piques que teníamos con el fútbol, cuando se quedó embarazada de la segunda niña o cuando me dejó un libro de Neruda y me pidió que lo cuidase como si fuera su hija, qué grande.

    Gracias por hacerme sonreír recordando estas cositas. Por mi nombre imagino que no me recordarás, pero de vista es posible. Te dejo el mail que me abrí para el blog y si quieres por ahí te cuento quien soy ;)
    potablava13@gmail.com

    Besos!

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  7. Demasiada energía, a veces... los últimos días de cuarto se enfadó tanto con nosotros que nos mandó 4 comentarios de texto para el día siguiente... vamos, para el día de su examen. Poca broma... yo vivía feliz pensando "tengo tooooda la tarde para estudiar".. y entre unas cosas y otras, me vi a las 2 de la mañana estudiando a Lorca y al resto de la Generación del 27, casi dormida.
    Y sólo porque nos pillaron jugando a la paella, que tampoco era para tanto vaya...
    Eso sí, todo sea dicho... esa mujer es la mejor profesora que he tenido en toda mi vida. Recuerdo cuando hice mi treball de recerca (del barroco literario español), que me dejó los libros con los que estudiaba para que lo hiciera.. y se escaqueó para venir a verme.
    Qué emocionante, joder. Siempre se me dibuja una gran sonrisa al pensar en esos días.

    Gracias a ti también por compartir esos recuerdos. Será un placer descubrir quién eres :) tenía una imagen en la cabeza, pero no estoy muy segura.. así que.. ¡a averiguarlo!

    Un besazo y suerte estudiando por Girona ;P

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  8. Judith, he disfrutado mucho leyendo este relato y los comentarios entre vosotras dos, ¡qué maravillosa juventud...! es muy grato ver que ambas recordáis aquel tiempo, el centro, los educadores, los compañeros, todo, con ese cariño. Tengo el mismo sentimiento por mis tiempos escolares, por el instituto que me acogió en Madrid... Gracias por toda esta entrañable belleza que he tenido el placer de disfrutar. Un saludo a las dos.

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  9. Esto demuestra que no sólo a mí me ha dejado un buen sabor de boca ese centro :)
    ¿Estudiaste en Madrid? ¡Qué maravilla! He pasado parte de mis fiestas en Madrid, y no he conocido un lugar igual. Tiene "algo" que me atrae, una terrible fuerza que me hace desear volver allí (cosa que haré en breves).

    Me alegra que hayas disfrutado leyendo esto.
    Un abrazo fuerte.

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  10. Sí, he vivido allí en dos épocas muy diferentes de mi vida, la primera corresponde a mis años de juventud, de los 12 a los 21 años, sin duda años muy importantes para mí de los que guardo un recuerdo bello y entrañable. Madrid es una ciudad especial, por circunstancias de la vida he tenido que vivir en varios sitios bien distintos y puedo decir que en ninguno de ellos me sentí tan bien acogida como allí, una ciudad trepidante y vital con una oferta cultural impresionante, que deja siempre su huella. Allí tengo aún grandes amigos. Disfruta mucho cuando regreses a ella de todo cuanto allí puedes encontrar. Un abrazo, Judith.

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