miércoles, 2 de marzo de 2011

Texto de verano del 2008.

El tiempo había dejado de transcurrir unos instantes. Hacía tanto que había empezado a correr que ni se acordaba. No sentía las piernas, respiraba con fuerza; quería seguir. O tal vez no, la verdad es que no estaba muy seguro de ello. Su respiración empezaba a frenarse, la pesadez de todo su cuerpo le atraía cada vez más hacia el suelo. Se dejó caer. Su cuerpo ya no existía, al menos él lo sentía así. La arena de la playa era fría, húmeda. Movió un poco la mejilla, y notó el final de una ola mojándole la cara con suavidad... el olor a sal, la tranquilidad de la situación, todo en conjunto creaba una sensación de paz en su interior.
Mantenía los ojos cerrados, dejándose llevar. Parecía que su corazón se abría a cada latido... abrió los ojos, y un flash acudió a su mente.
Su corazón ya no podía abrirse, ni cerrarse, ni nada.
La última ola que le había rozado se había llevado su corazón con ella, hacia algún lugar desconocido.

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