lunes, 1 de agosto de 2011

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Nadie quiere nada
porque todo es demasiado pequeño.
Y a pesar de rechazarlo un millón de veces,
de negarme y creer en mí por una vez,
entendí
que aunque me dejara las venas aquí
nunca serviría de nada.
Aunque me arrancara el corazón
para ti, sí,
tú que me lees y que piensas
que nunca podría dirigirme a ti
ni siquiera en estos momentos;
aunque me arrancara el corazón
y te lo diera de mi mano
(¡de mi mano, mi palabra!
Todo lo que tengo en vano)
no sería tan siquiera
un destello en la tierra desgarrada.
Porque ven, dime,
¿quién quiere un corazón?
¿Quién lo quiere, dime?
¿Quién necesita algo tan absurdo
de una vida que no es la suya?
¿Quién necesita creer en una palabra,
una palabra como cualquier otra,
que no tiene consistencia, ni puerto
ni lugar donde aferrarse?
Nadie quiere nada
nunca, nunca.
Nos quedamos solos.
Sin palabras, sin manos,
sin corazón, sin nada.

1 comentario:

  1. Me causa tristeza ver en tus versos la amargura de la decepción, todos pasamos por momentos en los que no podemos ver un clavo al que aferrarnos, acepto tu dolor, lo siento y lo acaricio. No quiero dar consejos, sólo decirte que hagamos lo que hagamos lo tenemos que hacer con fe en nosotros mismos, sin importar lo que recibamos a cambio ni fijarnos en lo que piensen otros. A lo largo de mi vida he pensado más de una vez en Van Gogh y en tantos otros que teniendo el mundo en su contra siguieron haciendo lo que vinieron a hacer… es importante que llegado el momento uno tenga el convencimiento de haber empleado de la mejor forma que uno puede su tiempo y de haber dejado una huella que por insignificante que sea puede ser útil a otros.
    Un abrazo enorme, Judith

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