miércoles, 29 de febrero de 2012

.

El recuerdo es una raíz cortada;
una raíz enredada en las costillas
que te arrancan con el último latido
y el último suspiro en la mirada.

Todas esas personas que para mí son,
o fueron, o serán la ambrosía en los labios,
la furia alzando el grito, el recto camino
del respeto, o la verdad, ¡la verdad!,
contenida en una palabra;
todas esas personas, ¿qué son?
Más allá de mis torpes ojos
son insignificantes gotas de lluvia
mojando la calzada; imperceptibles,
incontables, incontenibles, perdidas.
Más allá de mis torpes y ciegos ojos
no sois más que una máscara
paseada por las calles,
con la torpeza de un llanto herido,
y con la experiencia de una rodilla
que se desprende del suelo
en su enésima caída.
Y yo, que soy exactamente esto,
tres líneas mal contadas,
embotellado tedio de embriaguez
en horas frías de madrugada;
Yo. ¡Yo!
Que me pierdo y no me encuentro,
y que sin mis recuerdos no soy nada,
resguardo vuestras palabras,
pero no puedo pagar la justicia
necesaria para recordarlas.

El recuerdo es una raíz cortada
por una mano invisible, que arranca
hasta la última de sus ramificaciones,
y las lanza lejos, donde nadie puede
ni sabe encontrarlas.
Y el pecho queda desangrado y exhausto,
prendido y helado, ardiendo, coagulado,
convertido en nada.

El recuerdo es, y ya no es nada.
Pero la fama... ¡la fama!
La voz y su eco en el tiempo.
Quizá así pueda retratar, de alguna manera,
a todos los que son y serán,
a todos los que fueron, pero no son nadie
fuera del círculo.
Quizá allí, donde el horizonte no llega,
quizá entonces, quizá yo pueda..
Quizá.


Otra basura más. Ay, ojalá, ojalá, ojalá...

No hay comentarios:

Publicar un comentario