jueves, 9 de mayo de 2013

Cielo

La fortaleza roja se concentra
en el alzamiento de tu hombro
o en la agudez callada de tus dedos
oyéndome mirar.
Discreción de pie alzado,
hunde tus raíces y su música
una vez más
en el último tropiezo de tu corazón
y mi latido.

No dejes de ser. Ni el brillo
que degolla tus pupilas
puede poner nombre
a tu movimiento de pluma
en su caída.
No esperes. El silencio
que se suicida en tus labios
me está hablando al callar.
No sueltes la mano
de su centro impuesto;
no caigas desde la luz,
princesa de la Alhambra.

Tan lejos estoy de la muerte
y de remover
los huesos gastados de la memoria
cuando te observo,
que ya no pienso en cuántas veces
me fusilarán.
Solo miro, más allá,
de las palabras y conceptos,
de la lengua apresada entre los dientes
del ojo destilando una nota
en el precipicio del error;
solo miro la caída
en tu mirar.

Pero tú no mires con estos ojos,
revela lo onírico
cuando la realidad sea confusa;
desnuda el sueño vestido
que duerme sobre un cuerpo de madera.
Y si me miras, no veas,
porque quizá también yo
te esté viendo mirar.

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