sábado, 27 de febrero de 2016

6.49

"¿Sencillo?
       Las palabras
verdaderas;
lo justo para que ella, sonriendo
entre sus rosas puras de hoy,
lo comprenda.

       Con un azul, un blanco, un verde
–justos–,
se hace –¿no ves?– la primavera."

Juan Ramón Jiménez

viernes, 26 de febrero de 2016

20.28 (a)

amor, la onda
oscura de tus aguas, al fin
       abierta
entre mis manos

martes, 23 de febrero de 2016

Los placeres violentos poseen finales violentos

"FRIAR LAWRENCE.
These violent delights have violent ends
And in their triumph die, like fire and powder,
Which, as they kiss, consume. The sweetest honey
Is loathsome in his own deliciousness
And in the taste confounds the appetite.
Therefore love moderately. Long love doth so.
Too swift arrives as tardy as too slow.
Here comes the lady. O, so light a foot
Will ne'er wear out the everlasting flint.
A lover may bestride the gossamers
That idles in the wanton summer air,
And yet not fall; so light is vanity."

William Shakespeare

lunes, 22 de febrero de 2016

23.49

tus palabras habitan el silencio
y desde su vacío
                       vienen
como tu cuerpo transparente
a la sed de mis manos
       presiento las formas
el cuerpo se abre a la intuición de tu cuerpo;
       sucede
                   el hueco, que deshabito
para habitar en ti,        palabra o atardecer
que se quiebra para derramarse
en el centro
de mis manos
               bebo
               y vienen, esta vez claras
como tu cuerpo
a mis formas que nacen en tu boca;
       así, en ti
                       sucedo

viernes, 19 de febrero de 2016

22.59 [nada]

Café sin azúcar y silencio. Me miras. Un silencio negro como la onda de tu cabello; "sin azúcar, gracias". Aquella mañana veía luces blancas dentro de la oscuridad de mis ojos, relampagueando con la fuerza de la misma sangre; torrentes sanguíneos en el fondo de la mirada, sangre blanca, sangre sin color, unidad de todos los colores en el centro para verterse en la ausencia absoluta. Latidos en las sienes. De nuevo esos malditos focos. No se iban, no querían irse, no se van. Los seguí viendo incluso cuando mis ojos ya se habían abierto a la verdadera luz; no miraba. Todas las formas eran una, entonces; desde ese punto empezaron a serlo, empezaron a concentrarse en un único espacio donde todo se desmaterializaba una y otra vez, incesantemente, rindiéndose al eterno fluir de la materia hasta volcarse en su origen mismo. Una caricia, entonces: "¿por qué lloras? Sonríe. Qué sonrisa tan preciosa tienes". Seguí el sonido punzante de sus pasos hasta el asiento de siempre. Automático: avanza, toma un libro, se apoya, cruza las piernas y lee algunos versos. Su mirada iba de mis ojos al texto; yo preferí observar el continuo ir y venir de su respiración. Veía su propia vida golpeando los márgenes de su cuerpo, atrapada para siempre en la suave prisión de su piel. Su voz, siempre irritante, sonaba diferente. "¿Recuerdas? ¿Recuerdas cuando...?", pero no recordaba. La observaba respirar, latir, y sus ojos me veían mirar. Negros, centelleantes, con el brillo del filo de la espada. "¿Por qué no sonríes más? Eres muy guapa. Tienes una sonrisa preciosa. Unos labios preciosos". Se acercó con el habitual y molesto sonido de siempre. Gestos: colocar mi pelo y mi ropa. Demasiado cerca. En mi cabeza fuego, baile, baile, sangre golpeando las sienes, la furia de tantos siglos en guerra corriendo por el laberinto de venas que elevan el cuerpo al más puro de los misterios de la arquitectura. "¿Recuerdas cuando...?". ¿Qué recuerdo, qué pienso? Todo cobra una lentitud excesivamente artificial; sus labios se mueven lentos en mi cabeza. Tiene un atractivo extraño, o quizá no lo tenga. Sangre, sangre. "Escríbeme un poema. Para mí". Sangre, sin forma, sin color. Solo sangre. La agudez de su voz se reduce considerablemente, cayendo hasta el susurro. Escribo sin decir nada. Noto su presencia en mi espalda como la certeza, vestida de negro, de la guadaña. Se acerca un poco más. La sangre vuelca, se derrama, se alza de nuevo; soy un animal, una puta, no tengo nombre y no pertenezco a ninguna patria. "¿Recuerdas...?"; no: cállate. No tengo recuerdos; nada me forma, no pertenezco a ninguna de esas pequeñas celdas que constituyen el panal de la memoria. Pero no hablo. Soy una puta, un animal; no tengo nombre. Pronuncio lo impronunciable en mi cabeza y todo adquiere de nuevo la forma primera. Habito ese espacio; vacío. "Recuerdo cuando...". Demasiado cerca. Más cerca.
Silencio.
No veo nada. ¿Zumo, café, tostadas? Quizá una cena. Sí, una cena. Odio los medios de transporte. Tomo aire y unos brazos me apresan. "Mi niña...". No soy niña de nadie. Pero quizá... silencio. No veo nada.
En mitad de la bruma el cuchillo abre los límites de la carne. "Si me pides que..."; yo no digo nada. Me limito a sentir ese baile de la muerte en su balanceo lento, y allí, de nuevo, la espiral; de nuevo todas las formas una, y en esa forma única y primera lo vislumbro todo, como si cada contorno se deshiciera para reunificarse eternamente en el mismo núcleo, punto fijo de la visión. Una vez, y otra. Siempre lo mismo. Veo un techo. Giro la cabeza a la izquierda y veo una luz tenue iluminando una modesta terraza y los alargados brazos de un árbol que se derraman en ella. La calidez de su cuerpo es demasiada. Su piel entonces era negra como la onda de su cabello; negra la noche, negros mis ojos verdes. O azules. O grises. No importa. La luz se vierte sobre uno de sus costados. "Basta, tu puñal es una flor que se abre en mis venas. Y no la quiero. No la quiero.", pensaba. No decía nada, nada en absoluto. Aún debía tener cristales de sal en las manos, hierro sin forja en los labios. Pero mi cuerpo no es una fragua. Aquí nada arde; yo no soy tu puta. Tengo nombre, sí. No lo pronuncies. ¿Es esto lo que quería? "Eres preciosa", dice. Calor asfixiante en el cuello. Su respiración es el único sonido en el vacío de una respuesta no formulada; no digo nada. "Y esos labios... dos pétalos". De nuevo un techo; el sabor del metal me llena la boca. Nunca dije nada. No.
Nada.

jueves, 18 de febrero de 2016

Qué paseo de noche

¡Qué paseo de noche
con tu ausencia a mi lado!
Me acompaña el sentir
que no vienes conmigo.
Los espejos, el agua
se creen que voy solo;
se lo creen los ojos.
Sirenas de los cielos
aún chorreando estrellas,
tiernas muchachas lánguidas,
que salen de automóviles,
me llaman. No las oigo.
Aún tengo en el oído
tu voz, cuando me dijo:
"No te vayas." Y ellas,
tus tres palabras últimas,
van hablando conmigo
sin cesar, me contestan
a lo que preguntó
mi vida el primer día.
Espectros, sombras, sueños,
amores de otra vez,
de mi compadecidos,
quieren venir conmigo,
van a darme la mano.
Pero notan de pronto
que yo llevo estrechada,
cálida, viva, tierna,
la forma de una mano
palpitando en la mía.
La que tú me tendiste
al decir: "No te vayas."
Se van, se marchan ellos,
los espectros, las sombras,
atónitos de ver
que no me dejan solo.
Y entonces la alta noche,
la oscuridad, el frío,
engañados también,
me vienen a besar.
No pueden; otro beso
se interpone en mis labios.
No se marcha de allí,
no se irá. El que me diste,
mirándome a los ojos
cuando yo me marché
diciendo: "No te vayas."

Pedro Salinas

martes, 16 de febrero de 2016

0.07

olía a la noche y se abría a ella
como el abrirse el agua
a la negra sed
de sus cabellos

lunes, 15 de febrero de 2016

Respuesta

Tanta sed ardiendo en la garganta. Miro el agua correr hacia ese vórtice de sí misma con un deseo que no entiende de palabras. Tanta sed. Me acerco y siento mis labios en su puro borde, en los límites que se superponen al mero decir para gestar el silencio. Mis pulmones se vacían parcialmente. Allí, en mi silencio y en la voluntad de él me gesto a mí misma y nace el misterio, lo previo, lo que se sabrá conocido o desconocido, la pausa anterior al contacto. Acerco totalmente los labios al agua y su matérico fluir se rompe y se adapta a los contornos de mi propia materia, al centro del cóncavo recibir del cuerpo.
Lavo mi rostro. Mis manos. Siento que mis pupilas están alimentándose de la luz; solo en su hueco podría ser. Suspiro. "Ya estás fuera"; mis palabras solo existen tras el silencio, y tú solo te has prolongado en el decir o en su mera intuición sin nombre.
No existes ya. De nuevo todo se dilata en la profundidad de un no decir que vaticina el parto de la voz como apertura del misterio: "¿dónde existo yo?" Mi materia y mis palabras. Silencio.

sábado, 13 de febrero de 2016

2.15

'dos pétalos', decía mientras
sus dientes -blanco
sobre rojo- se clavaban en ellos,
líquida flor metálica deslizándose
por un cuerpo de mármol
       allí alcohol y hierro uno, quemando una garganta
abierta a la sangre -rojo
sobre blanco-, y con ella abiertos
la piel
el silencio
y los labios
       me miré desde arriba con ojos de Dios ausente;
desde arriba, cabello negro sobre un cuerpo de cristal
cayendo
-flor líquida; sangre
o cabello-, como
dos pétalos arrancados -rojo
sobre blanco-, flores de mis venas
sobre mi cuerpo de mármol
y en la garganta el metal derretido
       de mis labios
y la mirada clavada en el techo
       blanco
               completamente
                                     blanco, abierto a la sangre
y con él abiertos
piel
silencio
labios
llanto

miércoles, 10 de febrero de 2016

Con todo, con todo, con todo

"Había cambiado. No poseía ya nada de la ninfa, de la luminosa aparición perfumada que había sido al amanecer. Sus ojos eran azules y no negros. Y su piel estaba poblada de pecas: en la nariz, en el escote, en los brazos. Aquellas pecas estaban llenas de gracia, le sentaban bien al tono de su piel y a sus cabellos rojizos. Pero no las había visto entonces, al amanecer, cuando ella era aún su sueño. Con vergüenza y tristeza se dio cuenta de que lo que sentía hacia ella era resentimiento, resentimiento porque no había seguido siendo un sueño. Y supo que nunca se perdonaría a sí mismo aquel resentimiento.
- Espera -repitió-. Iola... Quisiera...
- No le digas nada, Geralt -dijo Nenneke-. Y de todas formas no te va a contestar. Desaparece, Iola. Date prisa, chiquilla.
La muchacha, envuelta en el albornoz, se arrastró hacia la puerta, haciendo ruido en el suelo con sus pies desnudos, turbada, sonrojada, torpe. Ya no recordaba en nada a...

Yennefer."

Andrzej Sapkowski



["ojos que, como se temía, iban a convertirse para él en..."]

domingo, 7 de febrero de 2016

4.12 [a joke in the way that we rust]



tras los poros de la memoria
qué hay, sino ese latido de la marea de tu sangre
golpeando los límites
de tu cuerpo;
tras los poros de la memoria el latido, y así
tu boca entreabierta
rozando el recuerdo y las orillas de la cama
que ya no habitas,
pero tras amar
qué hay, sino...
               qué hay
               tras amar

[and breathe again]

jueves, 4 de febrero de 2016

0.40



fuego tú, entonces;
mi carne abierta en sangre o ceniza besando tu piel
o la mía o el límite
desconocido
de las pieles,
ese límite desde el que miras
cuando ya no puedes violar mi cuerpo
cuando en estas manos todo: sangre
y fuego,
y mi voz de piedra o de niña a lo lejos
como un latido en el silencio
       un latido
              o yo
                     lejos
'no sé rezarte pero mátame
porque alguien se está bebiendo mi sangre,
porque de un cuerpo muerto no arrancarán
más que besos muertos, Dios; no sé rezarte
pero mátame
porque alguien está matando
algo más que mi cuerpo, Dios,
algo más adentro
              más adentro
más
adentro'

fuego tú, entonces; entre mis manos todo,
y entre las tuyas las mías de entonces
y la respiración de un 'mátame',
mátame para no matarme más mañana
porque vivir es mera transparencia de la muerte
porque son una sobre otra, y en su separación,
Dios, mi voz rota
y el caminar lento
e inerte
por su sombra
       'mátame ahora porque quiero vivir',
mátame o abre mis manos:
sangre, fuego,
o una mirada cayendo de los ojos
para abrirse lo que no pudo bajo el párpado
en los bordes desnudos
de mi sueño
       abre mis manos o mátame
pero ya no puedes violar mi cuerpo
ya no puedes
violar
mi cuerpo

martes, 2 de febrero de 2016

3.40

como una enorme sed preñada de agua
con solo más sed alrededor

lunes, 1 de febrero de 2016

17.00 [a]

atrapada en mi papel
sonrío
debajo de mí
       a quién verás tú de nosotras
o quién en mí querrá
mirarte
a ti