lunes, 15 de febrero de 2016

Respuesta

Tanta sed ardiendo en la garganta. Miro el agua correr hacia ese vórtice de sí misma con un deseo que no entiende de palabras. Tanta sed. Me acerco y siento mis labios en su puro borde, en los límites que se superponen al mero decir para gestar el silencio. Mis pulmones se vacían parcialmente. Allí, en mi silencio y en la voluntad de él me gesto a mí misma y nace el misterio, lo previo, lo que se sabrá conocido o desconocido, la pausa anterior al contacto. Acerco totalmente los labios al agua y su matérico fluir se rompe y se adapta a los contornos de mi propia materia, al centro del cóncavo recibir del cuerpo.
Lavo mi rostro. Mis manos. Siento que mis pupilas están alimentándose de la luz; solo en su hueco podría ser. Suspiro. "Ya estás fuera"; mis palabras solo existen tras el silencio, y tú solo te has prolongado en el decir o en su mera intuición sin nombre.
No existes ya. De nuevo todo se dilata en la profundidad de un no decir que vaticina el parto de la voz como apertura del misterio: "¿dónde existo yo?" Mi materia y mis palabras. Silencio.

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