viernes, 13 de mayo de 2016

De pieles solares



Enrollo un cigarro. La mesa que sostiene nuestros cafés brilla alegre; aún en ella el árbol silbando desde sus hojas. Bebes en silencio; yo observo. La luz moja mis hombros y se superpone en formas geométricas sobre tu ropa; tan simple y tan hermoso. Toco las aristas ahora en ti esperando que ellas se tumben en mis dedos como una mariposa solar y, sonriendo, preguntas: "¿echabas de menos el sol?". Qué puedo decir: solo reconocemos la presencia a través de los infinitos agujeros que esta deja al desaparecerse. Hoy, por suerte, me asomo a uno de ellos; respiro como quien toma el aire entre las manos, de nuevo, tras años en coma. Tomarlo y aprenderlo para dejarlo ir; nada más. Y agradecer, como la garganta que, en fuego, recibe el beso de las aguas para apagar la sedienta llama. Todo lejos de eternidades; adentrarse solo en el instante con la lentitud de quien conoce el regalo de la brevedad y sus huellas de siglos.
"Llevo años echándolo de menos", contesto, aún con la mano compartiendo, como si tela, la geometría lumínica de tu ropa. Qué más podría decir: aunque mi piel te arrebató de sí misma hoy has llegado, líquida, hasta tus propios bordes. Ahora, solo en este momento, luz, podremos sernos hasta el desvanecimiento, como luciérnagas de tierra y carne.

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