viernes, 15 de julio de 2016

9.06

Quizá la multiplicidad de los rostros abriendo vena a vena el sueño de fuego del amanecer. Un día tras otro: nadie. Y en el sucederse al próximo, el vacío lingüístico de respuestas se traslada a la carne.
Pero tú llegaste para colmar de nombres el hueco de nadie. Un día tras otro; un rostro, dos rostros, tres rostros, como una cobertura eterna de la realidad imperecedera del centro, como la rosa que, entre océanos triangulares de pétalos, contiene su propio e impronunciable nombre. En su laberinto se dice a sí misma; nada más necesita.
Sé tú mi laberinto.

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