Siempre a ninguna parte,
con los pies clavados en las dunas
como dos claveles de sangre.
Siempre a ninguna parte,
con los labios mojados de negra noche
derramada en las aceras.
Siempre el mismo siempre
desgastado e inútil, palabra hueca,
como toda aquella despojada
de una verdad pura en su centro;
y la luna degollada, siempre riendo
y sangrando las noches.
Y mis noches eran mías hasta el puñal de las mañanas,
y mi vida era un cantar enorme de pájaros
que huyen como balas del invierno.
Y casi siempre la misma lluvia sobre los mismos sueños,
el mismo viento helado crujiendo en mis ventanas,
el mismo recuerdo de lo que será, y no es
más allá del número, oxidado de palabras.