Tres orquídeas y nada más
en tu ventana.
A veces paso por allí
cuando la lluvia es menos insolente,
y las estrellas puntillosas reconocen mi visita.
La realidad es un balazo en la pierna,
como una patada realmente fuerte
desencajando las mandíbulas
y recordándonos que la verdad
a pesar de todo
no es más que una boca desencajada.
Pero eso nunca ha sido más importante
que aquellas tres orquídeas.
Las bocas de orquídea son como volver a ese lugar
donde las flores se despiden de la lluvia,
donde mi sonrisa era un rifle
con el que nunca quise matar a nadie.
Tu sencillez lo hacía todo tan sumamente complicado
que no sé muy bien cómo podría explicarme ahora.
No me quedan muchas balas.
Tres orquídeas en tu ventana,
nada más.
Tu ausencia en mi sofá a veces cobra vida propia
y no sé exactamente qué nombre ponerle
(aunque algunos se empeñen en llamarle nostalgia).
Te recuerdo tantas veces que en ocasiones te olvido
sólo para volver a recordarte
con la sorpresa de un nuevo y extraño regalo.
¿Por qué nunca vuelves a este lado del sofá?
Las cosas son tan sencillas que no sé cómo explicarlas.
Quizá simplemente necesite las mismas orquídeas
en este lado vacío del sofá.