"—¿Te acuerdas de esas flores que había en la isla? —Fushía brinca en el sitio, como un monito lampiño y colorado—. Esas amarillas que se abren con el sol y se cierran al oscurecer, ésas que los huambisas decían son espíritus. ¿Te acuerdas?
—Me voy aunque llueva a torrentes —dice Aquilino—. No dormiré aquí.
—Así, igualito que esas flores —grita Fushía—. Se abren con el sol y sale baba, eso es lo que apesta Aquilino. Pero hace bien, ya no pica, uno se siente mejor. Nos ponemos contentos y no nos peleamos.
—No grites tanto, Fushía —dice Aquilino—. Mira cómo se ha nublado el cielo, y está corriendo tanto viento. La monja dijo que eso te hace daño, tienes que regresar a tu cabaña. Y yo me voy de una vez, mejor.
—Pero nosotros no sentimos ni con el sol ni cuando está nublado —grita Fushía—, nunca sentimos nada. Olemos lo mismo todo el tiempo y ya no parece que apestara, sino que así fuera el olor de la vida. ¿Me entiendes, viejo?"
Mario Vargas Llosa
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