martes, 19 de abril de 2011

Sesión.

Ahora sé lo que es despedirse para siempre.
Federico García Lorca




Recuperemos, si no le importa, la conversación de ayer. Su última pregunta me dejó perplejo, y fue una lástima no tener tiempo para tratarla. El tiempo nos priva de tantas cosas... pero bien, en realidad las personas nos privamos a nosotras mismas, ¿no cree? Creamos el concepto del tiempo para sentir cierta estabilidad y seguridad, y después de todo, lo único que conseguimos es perder el poco control del que disponemos. Nosotros, idiotas de nosotros, somos quienes ponemos los obstáculos en el camino.
No me haga demasiado caso, se lo suplico. Mis divagaciones no tienen demasiado sentido. Volvamos a la pregunta inicial. ¿Amor? No sé si ese es el nombre adecuado, madame. Recuerdo muchas noches de silencio quebrado por los hielos de mi whisky. Ella era como esas noches. Una mudez tajante resbalaba por su cuerpo de blanca azucena, y esa ausencia de sonido cortaba como el cristal, se lo aseguro. Ella era así; ausencia, indiferencia adictiva. Aún así, le aseguro que era la luz más pura que mis ojos pudieron ver durante toda su trayectoria. Estoy seguro de que si pudiera recordar la primera vez que abrí los ojos, sería algo parecido a lo que sentí al conocerla. Tan resplandeciente... la confundí tantas veces con la Luna, que la misma dejó de salir en la nocturnidad, avergonzada y eclipsada.
Admito que yo también fui eclipsado por ella. Inundó mi cuerpo con el alcohol más puro que usted se pueda imaginar. Era vertiginosa, era el más real de los peligros, y mi mayor pasión era la adrenalina de lo prohibido. Por suerte, aquella vez aprendí a alejarme de lo tentador. ¿Dolor? Ni se lo imagina. Ella dejó en mí tantas cicatrices que no fui capaz de reconocerme. Pero, por favor, cambiemos de tema; hay ciertas heridas que aún no han sanado del todo.

¿Algo que recuerde sin dolor de ella? Sus ojos. Nunca he visto el cielo tan cerca como al mirarla fijamente. Eran dos fragmentos de cielo en la Tierra; no le exagero. Dos fragmentos tiritantes y llenos de vida, a diferencia de todo lo que en ella había.
Por favor, no se estremezca. Yo ya dejé de hacerlo hace tiempo. Supongo que me acostumbré a encontrar cada mañana el mar atrapado en su mirada.

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