domingo, 31 de marzo de 2013

Cheers, darling

Tengo años para huir
lejos de mí.
Víctima de mi propia sombra
me escondo en la noche
para no ser seguida,
pero las farolas siempre alcanzan los pasos
del que no se mueve fuera de sí mismo.
Lejos de mí,
a un paso.
Puedo olerme en mi aliento
y el miedo
puede olerme también.
¿Quién soy yo?
De nuevo todas las lunas
se derraman sobre mis hombros.

La verdad y la mentira
se debaten en la punta
de mis dedos.
¿Hay algo, algo más?
Una palabra se rompe en el labio;
silencio.
Y lo demás
lo romperá el ruido.
¿Quién soy?

Algo se quiebra y puedo sentirlo
sentirme
sentir.
Quizá mi esperanza sea
otra mano intentando dibujar el horizonte.
Quizá la esperanza
sea otra lengua de sal
lamiendo los bordes de la herida.

¿Quién soy yo?
Arráncame los ojos,
mírame.
¿Quién soy?
Víctima de mi propia sombra
y de las noches
que nunca llegan;
algo se rompe
y creo sentirlo.
Quizá la esperanza sea otra mentira
que espera llenar de sentimiento un espacio hueco.

viernes, 29 de marzo de 2013

Deja de colocar tus comas
en mis puntos de sutura
(esto no es lo que yo haría).

El revólver y la vuelta constante de sus balas
nos llevan al lugar equivocado
(esto no es lo que yo haría).

Cuando dispares y huelas
las rosas emanando de mi frente
sabrás que no lo haría.
No lo haría.

"Libro de cosas"

Siente la parte amarga de tus lunas empañadas
y dibuja en la palma de tu mano
lo que no quisiste
que se perdiera de la noche.

Hay personas seccionadas en mis ojos
y en cada vuelco de los párpados
sombras
pegadas a sus pies;
en cada rincón de las calles
un silbido corta
el silencio.
Ya está.

Desde que las noches se fugaron con los días
y el horizonte quedó solo
yo ya no tuve ningún lugar donde esconderme,
pero el canto siempre llega
para separar a los amantes.
El canto siempre es uno
en el tormento de una noche
eterna - mientras dura.

El silbido todo lo distorsiona,
y en él se configuran los momentos
solapados uno a uno,
y en él tropiezan los sueños
con sus realidades,
pero la parte amarga sigue empañada
en las lunas de tus dientes
como otro pequeño canto
que une lo que el resto divide.


Caminan personas seccionadas
entre mis dedos
mientras el alba tropieza
con sus nuevas realidades,
pero el tropiezo de tus lunas
será un canto inmenso
en la inmensa rotura de esta noche.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Pavane

Encontré lo que faltaba de luna
y todas las noches
fueron una,
como el tacto de todas las manos en tu mano;
todo lo tocado
en la misma huella.

Desorden.
Desequilibrio en las esferas.
Sigo sin ver quién se esconde
en la sonrisa del horizonte,
ni quién mengua en la soledad
de la boca de la noche,
pero todas las bocas son humo
cuando el café de tus ojos me arranca el sueño.

lunes, 11 de marzo de 2013

La muerte de Acuario

En la Era de Acuario
todo son mentiras
eclipsadas por la colisión
de un corazón y su latido.
Perdidos en la era equivocada,
no soñamos por no estar
ni despertamos
para no ver proyectada
la vida en nuestras sombras.
Agarrados a los tobillos
de lo que no existió;
ninguna fogata de ilusiones
ilumina un cielo ya encendido por el alba.

Tambaleando mis pies en el filo,
mis raíces empiezan a arder
en el desgaste;
no queda base
en la línea que separa
los sueños vivos
de los desgastados al soñarlos.

Que esta pecera nos ahogue las arterias;
ya no le temo a la muerte.
Puede venir a decorar lo que quede
de los restos de mis huesos,
puede ahorcarme en la soga
con la que se suicidan los días
para volverse noches;
nada será peor
que el cristal abriendo
una nueva ventana en la memoria.

Perdida en la era equivocada,
las nebulosas recitan mi llanto
en otras esferas.

Pero cuando llegue el alba
me suicidaré con la luna
en una noche eterna;
nada será peor
que la mirada que refleje
el recuerdo de mi propio asesinato.

En algún rincón de la nada
cuando sea demasiado tarde
para sentirnos vivos,
la carne se abrirá como una ventana.
Demasiado pronto para sabernos muertos
y tarde para seguirlo
en la hora tardía de mi pulso;
apagados en el sol,
recordarán la muerte de Acuario
los que sueñen sin soñar
y los que huelan la vida nueva
en la muerte de estas palabras.

domingo, 10 de marzo de 2013

Yesterday


"No me gustan las lagartijas". Recuerdo que dije algo así en aquel sueño, pero no logro recordar a cuento de qué.
Me levanté por la mañana con la boca hinchada y sonreí. Imaginé que alguien en la lejanía había soñado que me partía la cara, y en cierta manera había llegado a tener su efecto, por pequeño que fuese. Al principio pensé en una persona en concreto que pudiera querer hacerme algo así, pero poco a poco la lista se fue alargando. Me cansé de contar. Salté de la cama y llené un vaso de whisky. "Los escoceses saben lo que hacen", pensé. Por desgracia no podía decir lo mismo sobre mí.
Después de aquel pensamiento no recuerdo mucho más hasta el día siguiente. Lo único que puedo recordar - a la perfección, además- es aquel sueño extraño del que luché para despertarme como no he luchado en toda mi vida. El cáncer que había matado a mi padre me perseguía como una sombra, sin hacer ruido. "Voy a comerte", susurró. "No me gustan las lagartijas", le reproché. Ahora supongo que le dije eso porque el cáncer y las lagartijas son bastante similares. No es que odie a esos reptiles, simplemente no me gustan. No tiene que haber motivo alguno para que una cosa no te guste, o eso es lo que creo. A mí las lagartijas no me gustan, como a muchas otras personas.
Y al igual que las lagartijas, el cáncer es algo que tampoco suele entusiasmar a la gente.
Al despertarme mi labio estaba mejor, pero tenía unas cuantas costillas rotas. Como no recordaba absolutamente nada podía fantasear con que se habían roto porque mi corazón se había hinchado tanto que las había reventado como una piedra podría reventar una ventana. La idea era absurda y romántica, pero creo que tenía su parte de verdad. Abrí una cerveza y empecé a escribir. "Las bocas son humo / cuando el café de tus ojos me arranca el sueño". No tardé mucho en dejarlo estar.
"Es mejor que estemos así. Esto es destructivo; es mejor estar separados, mejor que estemos así". Repetí la frase una y otra vez hasta interiorizarla, hasta convencerme de que aquello estaba mejor así. Hasta creerla. Y realmente la creí, porque hay veces que dejamos de ser tan ciegos y podemos ver la verdad, aunque sea por unos segundos. ¿Recordáis aquello que os dije sobre las alturas? Da igual lo alto que alguien pueda llegar a elevarte cuando descubres que esa elevación no era más que una mentira. Y así fue. Todos la jodemos, es cierto. Pero hay veces que necesitamos joderla para ser un poco realistas y mandar bien lejos aquello que no nos deja vivir.
Lo peor de todo es levantarse una mañana y escuchar esa misma voz torturándonos y haciéndonos ver que es una pena haber vivido tanto tiempo creyendo conocer a alguien para despertarte un día y descubrir que no es más que un extraño. Con este pensamiento en la cabeza hundí la cara entre mis manos y lloré como un niño pequeño. Siempre usamos esa expresión, "llorar como un niño". Me pregunto si realmente los niños lloran más que los adultos.
Qué tontería.
"Mira a tu alrededor", dije dentro de mi propia cabeza. "Observa toda esa gente a la que has jodido y la que te ha jodido también, pero lo segundo no tiene ningún tipo de validez porque lo importante es lo que tú has hecho. Mira a tu alrededor y pregúntate de qué sirve quedarse plantado donde nadie quiere verte". Sonaba tan absurdo tanto dentro como fuera de mi mente.
"Tenemos que irnos de este lugar y de estos recuerdos para que no nos encuentren". Entonces fue cuando decidí irme a Bergen, a un lugar donde nadie me conociera, donde las casas estaban pintadas con bonitos colores y el agua reflejaba todas las cosas, excepto a uno mismo.

jueves, 7 de marzo de 2013

Bombshells

"Bien".
Pero decir "bien" no significaba que las cosas estuvieran realmente "bien", sino que tocaba aferrarse a una conformidad impuesta que nadie quiere encontrarse pero que siempre nos acaba encontrando, por muy bien que nos escondamos. Si te encuentra -que lo hará-, importa poco que estés vestido, desnudo o simplemente tapado con cuatro recuerdos mal puestos; cuando te encuentra tienes la opción de escapar, pero todos somos tan cobardes que nos quedamos ahí parados, con la boca abierta y con un puñado de silencios muertos deslizándose por ella y chocando contra el suelo.
Me encontraba en ese punto de conformidad. "Bien", ya está; haz las maletas, esconde el corazón en un lugar lo suficientemente frío para que quede entumecido por un tiempo y vete de allí fingiendo que no pasa nada. Pero todo pasa. Da igual lo alto que estés, porque llegará un punto en el que no podrás subir más, y la verdad es que no conozco a nadie que haya podido mantenerse a esa altura por más de un rato extremadamente corto.
"Todo lo que sube tiene que bajar", me comentó un hombre sin un duro pero muy rico en todo lo demás. Bebíamos cerveza, y yo sabía que aquellos momentos no podían pagarse de ninguna manera. Ser consciente de aquello enriquecía cada segundo. Lo cierto es que la cerveza estaba caliente, pero daba igual. La cima a la que logramos llegar después de muchas horas de caminata no era tan ardiente como aquellas cervezas, pero el calor que se siente al estar en la cima supera a litros y litros de cerveza sacada del mismísimo infierno.
"Todo lo que sube tiene que bajar". No sabía si me hablaba de la bajada de la cocaína, del descenso que nos esperaba desde aquella altura o si se trataba de alguna bajada metafórica que mi mente no era capaz de descifrar. Aun así, todas aquellas bajadas acababan con el mismo sabor amargo en la lengua, entre los dientes y quemando completamente la garganta.
Cuando nos tocó bajar entendí que, teniendo en cuenta el punto al que habíamos llegado, no podríamos haber subido más, como tampoco podríamos habernos quedado bebiendo cerveza allí eternamente. Supe entonces que el resto de cosas también funcionaban así, e imaginé que la  vida era como una almohada a la que no dejamos de darle vueltas hasta encontrar el lado más frío. La vida era como una almohada caliente o como una ascensión absurda que termina estrellándote contra tu propia tumba.
Recordé el esfuerzo para subir y el éxtasis de sentirte arriba, por encima de todas las cosas, como otro punto desubicado en el cielo que observa a todos los demás puntos insignificantes que se encuentran bajo él desde la lejanía. Ningún tipo de ácido podía sostenerte en aquel lugar de esa manera. Y cuando digo ninguno es ninguno.
Hay cosas que parecen elevarnos hasta el propio cielo pero realmente no son más que un espejismo. He vivido cosas de esas, como todos, pero también he tenido algo más que eso. No hablo únicamente de una excursión con más grados quemando mi garganta que quemando la capa más superficial de mi piel. Hablo de otro tipo de quemaduras.
Recordaba su voz mejor de lo que podía recordar la mía propia. Si alguien me hubiera puesto grabaciones con distintas voces y me hicieran escoger únicamente una que quisiera guardar para siempre, inconscientemente me habría decantado por la suya. Sin dudarlo. Otro hombre que también bebía cerveza y que era mucho más que el simple ser que la gente veía me comentó un día que tenía un problema. "Estás jodido", dijo. No sabía si tomármelo muy en serio, pero no quería quedarme fuera de aquello, así que pregunté el motivo. "¿Cómo era su voz, chaval?". "Grave", contesté. "No lo suficientemente grave como para considerarse un vozarrón, pero sí algo más grave que la de cualquier otra chica que se me venga ahora mismo a la cabeza".
"Estás jodido. Esas voces son un problema". Aunque sabía que tenía razón, no pude resistirme a arquear una ceja como símbolo de interrogación muda. Bebió de su cerveza y suspiró. Ese día también bebíamos cerveza caliente. La cerveza siempre acaba ardiendo como el sol entre las manos cuando tienes demasiada y vas tomándola con calma. "Son un problema porque llenan".
Entonces llegó el momento. Cuando pensé que no podía caer más bajo de lo que ya había conseguido comprobar, un meteorito se estrelló contra mi tumba y me llevó aún más al fondo, a un lugar al que no sabía que nadie podía llegar. Allí mismo se encontraba la diferencia con todo lo demás que había podido ver o sentir hasta el momento.
Daban igual las cimas, las almohadas, el ardor de las cervezas y la falsa felicidad de los ácidos; ya solo podía recordar la voz de una chica. Y estaba claro que cualquier chica con una voz para recordar puede herirte, pero lo difícil es encontrar a aquella cuya voz te llena y te mata para siempre. Cuando llegas a ese punto de comprensión es cuando te das cuenta de que los recuerdos te apuntan con una pistola y nadie puede decirte si la bala que te arañará las entrañas será una real o una de fogueo.
Y aunque nadie te lo diga, tú sabes perfectamente qué tipo de bala va a atravesarte por completo.

viernes, 1 de marzo de 2013

Schuld

La luz siempre es difícil.
Todas las esquinas oscuras sabían
quién era uno con la lluvia,
pero los contornos dibujados
nunca son nítidos bajo la cascada.

(En el cielo.
Ya no quedan hijos de la luna
en los cielos.)

Me declaro culpable por haber nacido.
Entre la vorágine de la deuda y la culpa
ellos encontraron el punto inequívoco
de la falsa moral.
Me condenaron a sentir,
y me declaro culpable;
no temo beber vuestra cicuta
en estos tiempos en los que lo humano es visto
como una abominación para el hombre.
Me declaro, sin romanticismo
y sin flores de sangre en la nieve de tu piel.
Yo me declaro.

(La cascada del cielo.
Nunca habrá hijos de la luna
en los cielos.)

La luz sigue siendo difícil
para los que se derraman en las esquinas.
Pero en cada gramo de vida, en cada soplo
de aire desgastado, sabrás
que la luz nunca encontró un ángulo
para la sombra de tus manos.