En la Era de Acuario
todo son mentiras
eclipsadas por la colisión
de un corazón y su latido.
Perdidos en la era equivocada,
no soñamos por no estar
ni despertamos
para no ver proyectada
la vida en nuestras sombras.
Agarrados a los tobillos
de lo que no existió;
ninguna fogata de ilusiones
ilumina un cielo ya encendido por el alba.
Tambaleando mis pies en el filo,
mis raíces empiezan a arder
en el desgaste;
no queda base
en la línea que separa
los sueños vivos
de los desgastados al soñarlos.
Que esta pecera nos ahogue las arterias;
ya no le temo a la muerte.
Puede venir a decorar lo que quede
de los restos de mis huesos,
puede ahorcarme en la soga
con la que se suicidan los días
para volverse noches;
nada será peor
que el cristal abriendo
una nueva ventana en la memoria.
Perdida en la era equivocada,
las nebulosas recitan mi llanto
en otras esferas.
Pero cuando llegue el alba
me suicidaré con la luna
en una noche eterna;
nada será peor
que la mirada que refleje
el recuerdo de mi propio asesinato.
En algún rincón de la nada
cuando sea demasiado tarde
para sentirnos vivos,
la carne se abrirá como una ventana.
Demasiado pronto para sabernos muertos
y tarde para seguirlo
en la hora tardía de mi pulso;
apagados en el sol,
recordarán la muerte de Acuario
los que sueñen sin soñar
y los que huelan la vida nueva
en la muerte de estas palabras.
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