La decepción
es como un clavo
ardiendo
en el ojo;
pura ausencia
prendida
en la mirada.
Es una mano
oprimiendo
el corazón.
Una grieta
en el pecho;
quizá
partículas
de oxígeno
apresadas
en el labio.
Una cárcel
de palabras.
Y ahí
el respectivo
silencio.
viernes, 29 de abril de 2011
jueves, 28 de abril de 2011
Proyectos.
"Vivimos.
Nuestra realidad se podría definir con algo tan simple como eso (remarco la palabra simple, puesto que la simplicidad de las cosas es una gran complicación en sí misma). Pero, ¿qué es nuestra realidad? ¿Existe una realidad alternativa a la que nosotros planteamos? ¿Las cosas son realmente como son o son así porque de esta manera nos sentimos más seguros?"
Esto sería una parte del inicio de mi próximo proyecto.
Sí, he vuelto (por si alguien se lo está preguntando).
jueves, 21 de abril de 2011
Sesión II.
Le hablo normalmente de nuestras noches porque creo que nos tenían consumidos. Quizá debería comenzar hablándole de otros momentos, no lo sé; nunca he sabido por dónde deben empezar las cosas. Sea como sea, nuestra realidad era esa, y saberlo nos devoraba vorazmente día a día. Era un conocimiento asesino, se podría decir, y por eso mismo intenté tapar mis ojos en miles de ocasiones. Mi cuerpo no soportaba más el peso de mi conciencia, y sentía que todo se me partía en pedazos a cada paso.
Recuerdo aquellos tiempos en los que aún no estábamos rotos. Pasábamos los ratos en algunos bares donde se tocaba música Jazz a altas horas de la mañana. El descontrol de aquellos músicos era eléctrico. Con sus vibrantes improvisaciones podrían levantar el ánimo a cualquiera. Supongo que se puede imaginar a qué me refiero: eran esos tipos de bares en los que el alcohol y la música se funden en una única melodía.
Por aquel entonces, ella era el silencio de todas esas melodías, y eso me gustaba. Era la pausa anterior a la incógnita, el suspiro sin por qué. Aquel misterio que la envolvía era capaz de envolver también todo lo que la rodeaba con una suave sutileza de brisa matinal.
¿Puede usted creerlo?
Jamás imaginé que aquello que tanto me fascinaba acabaría siendo el cuchillo que nos despedazaría fríamente.
Recuerdo aquellos tiempos en los que aún no estábamos rotos. Pasábamos los ratos en algunos bares donde se tocaba música Jazz a altas horas de la mañana. El descontrol de aquellos músicos era eléctrico. Con sus vibrantes improvisaciones podrían levantar el ánimo a cualquiera. Supongo que se puede imaginar a qué me refiero: eran esos tipos de bares en los que el alcohol y la música se funden en una única melodía.
Por aquel entonces, ella era el silencio de todas esas melodías, y eso me gustaba. Era la pausa anterior a la incógnita, el suspiro sin por qué. Aquel misterio que la envolvía era capaz de envolver también todo lo que la rodeaba con una suave sutileza de brisa matinal.
¿Puede usted creerlo?
Jamás imaginé que aquello que tanto me fascinaba acabaría siendo el cuchillo que nos despedazaría fríamente.
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martes, 19 de abril de 2011
Sesión.
Ahora sé lo que es despedirse para siempre.
Federico García Lorca
Recuperemos, si no le importa, la conversación de ayer. Su última pregunta me dejó perplejo, y fue una lástima no tener tiempo para tratarla. El tiempo nos priva de tantas cosas... pero bien, en realidad las personas nos privamos a nosotras mismas, ¿no cree? Creamos el concepto del tiempo para sentir cierta estabilidad y seguridad, y después de todo, lo único que conseguimos es perder el poco control del que disponemos. Nosotros, idiotas de nosotros, somos quienes ponemos los obstáculos en el camino.
No me haga demasiado caso, se lo suplico. Mis divagaciones no tienen demasiado sentido. Volvamos a la pregunta inicial. ¿Amor? No sé si ese es el nombre adecuado, madame. Recuerdo muchas noches de silencio quebrado por los hielos de mi whisky. Ella era como esas noches. Una mudez tajante resbalaba por su cuerpo de blanca azucena, y esa ausencia de sonido cortaba como el cristal, se lo aseguro. Ella era así; ausencia, indiferencia adictiva. Aún así, le aseguro que era la luz más pura que mis ojos pudieron ver durante toda su trayectoria. Estoy seguro de que si pudiera recordar la primera vez que abrí los ojos, sería algo parecido a lo que sentí al conocerla. Tan resplandeciente... la confundí tantas veces con la Luna, que la misma dejó de salir en la nocturnidad, avergonzada y eclipsada.
Admito que yo también fui eclipsado por ella. Inundó mi cuerpo con el alcohol más puro que usted se pueda imaginar. Era vertiginosa, era el más real de los peligros, y mi mayor pasión era la adrenalina de lo prohibido. Por suerte, aquella vez aprendí a alejarme de lo tentador. ¿Dolor? Ni se lo imagina. Ella dejó en mí tantas cicatrices que no fui capaz de reconocerme. Pero, por favor, cambiemos de tema; hay ciertas heridas que aún no han sanado del todo.
¿Algo que recuerde sin dolor de ella? Sus ojos. Nunca he visto el cielo tan cerca como al mirarla fijamente. Eran dos fragmentos de cielo en la Tierra; no le exagero. Dos fragmentos tiritantes y llenos de vida, a diferencia de todo lo que en ella había.
Por favor, no se estremezca. Yo ya dejé de hacerlo hace tiempo. Supongo que me acostumbré a encontrar cada mañana el mar atrapado en su mirada.
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sábado, 9 de abril de 2011
Una y otra vez.
Una y otra vez
siempre hablan
de lo mismo.
Que si el amor es
la base de la vida,
que si no es más
que dolor hipotecado
a largo plazo.
Que si el odio
nos devora
como un buitre
expectante
ante nuestra expiración,
y demás cuestiones;
cuestiones de siempre.
Una y otra vez
siempre hablamos
de lo mismo.
Tanta modernidad,
tanta evolución
que nos alcanza,
nos acorrala
y engulle,
y nosotros no tenemos
nada nuevo que decir.
Al menos
siempre quedará
una manera personal
de repetirse.
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