me despojo del verano y casi puedo sentir cada gota
como aguijones magnificados
piel nueva sobre la quemadura
o quizá el reflejo de mi canto en algún lugar
ausente de voz
carente de sonido
estírame en la calle donde nadie pueda cubrirse con mi sangre
ya han arrancado mis cuerdas vocales
para la soga de las noches
y algo sigue adorando el silencio
de los casi vivos que sin palabra
se recuerdan muertos
alguien sigue vistiéndome de paños ensangrentados
pero mis venas son la quemadura del recuerdo
donde nada puede ser momificado
nada
ni siquiera
un pecho muerto empolvado
y cubierto de flores
ni siquiera esta herida que todo lo puede
ni el peso de los días cayendo sobre las noches
ni las noches demasiado largas que se deslizan por la columna como un escalofrío
ni el escalofrío más largo que todas esas noches
nada
a veces recordamos y gritamos que la nada pesa demasiado en el sueño
en el que los cuerpos caen al vacío desmembrados
para no llegar a ningún sitio
pero ni el grito ni las manos llegan a entrelazarse
más allá del ojo o las pupilas
como ese punto finísimo de sutura para la línea de lo invariable
una línea para no ser seguida
un final dentro de una historia sin comienzo
porque al fin y al cabo todo comienzo
nace predestinado a cavar su propia sepultura
con uñas demasiado débiles para la tierra
con la distorsión agarrada fuertemente a los tobillos
cuando nacimos muertos nos preguntaron sobre la vida
y les escupimos nuestra rabia que no era más que nuestra realidad condensada
y la repudiaron
limpiaron sus rostros con gesto majestuoso y nos dieron la cruz de nuestras tumbas
nosotros la cargamos sobre nuestras espaldas
entonces comprendí que ese nosotros
no era más que un colectivo ficticio para frenar el deslizamiento estático
por los suelos internos de cada individuo
estaba sola
sola como nunca pensé que alguien podría
entre tanta gente
sola como muchos pensaron que estuvieron y nunca fue como pensaban
sola como todos creyendo ser únicos
con su soledad y su sombra
desconociendo cuál de ambas cosas pesaba más
desconociendo el peso de cualquier cosa
porque nuestro esqueleto no es capaz de soportar más que su propia andadura
entonces desperté flotando sobre los lagos de sangre
dejé de soñar entre los hombres
y abandoné el gusano que corroe las manos
hasta llegar a las inquietas orillas
del vómito y la podredumbre
estamos aquí para quedarnos, dijimos
nadie sabía quién había atravesado las ciudades
la imaginación estaba infectada de otras imaginaciones y sus microbios y su virus sin nombre
dictadura negligente, quisimos decir
para que nadie nos oyera
para que nadie me oyera
porque aunque los arquitectos siguieran elevando sus ciudades hacia adentro
o hacia el centro de las manos
todavía seguíamos solos y carcomidos por el virus colectivo del hombre
aislados entre la multitud
arrancándonos los brazos de los cuerpos
individuo a individuo
y miembro a miembro
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