Tanta sed ardiendo en la garganta. Miro el agua correr hacia ese vórtice de sí misma con un deseo que no entiende de palabras. Tanta sed. Me acerco y siento mis labios en su puro borde, en los límites que se superponen al mero decir para gestar el silencio. Mis pulmones se vacían parcialmente. Allí, en mi silencio y en la voluntad de él me gesto a mí misma y nace el misterio, lo previo, lo que se sabrá conocido o desconocido, la pausa anterior al contacto. Acerco totalmente los labios al agua y su matérico fluir se rompe y se adapta a los contornos de mi propia materia, al centro del cóncavo recibir del cuerpo.
Lavo mi rostro. Mis manos. Siento que mis pupilas están alimentándose de la luz; solo en su hueco podría ser. Suspiro. "Ya estás fuera"; mis palabras solo existen tras el silencio, y tú solo te has prolongado en el decir o en su mera intuición sin nombre.
No existes ya. De nuevo todo se dilata en la profundidad de un no decir que vaticina el parto de la voz como apertura del misterio: "¿dónde existo yo?" Mi materia y mis palabras. Silencio.
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