lunes, 4 de abril de 2016

17.10

Cuando rozas mis labios con tu lengua y sobre tu saliva construyes su nombre, voz, su mero sonido sobreviene a mi cuerpo. Y como si ella entonces te alzas ante mí, palabra de ti tan mía, para replegarte en tu ausencia de imagen de ti sobrevivida.
Eres tú. Te escucho o presiento; estás en el centro de mi canto y te oigo, a lo lejos. Me escucho también, fuera de mí tan dentro, y cuando la cáscara de la palabra pierde su borde mismo te me abres para cerrarte, de nuevo, en el silencio. Y como si ella entonces te desnudas ante mí, palabra mía tan suya, trayendo en el cese de tu canto la vibración del puro centro de su cuerpo.
Eras tú y quizá no eras, pero yo te intuyo en las meras ondas que laten de ti en mi garganta. Y mi voz ahora, clara y sonora, se proyecta en las moradas de tu ausencia: no te vayas.

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