MUJER DE BLANCO. Eres como un arbolito de venas abiertas. Y yo te riego, te riego todos los días (Pausa.) Parece que mi corazón quiera abrirse a la sed de tus pétalos hasta hundir su sangre en la raíz de tus sales. Pero la marea es toda una, ¿verdad? (Pausa.) Mira, mira qué arbolito de venas...
MUJER DESNUDA. Un ramillete de ríos, nada más. Pero no puedo recordar nada.
TETERA (Impaciente). Tome, tome más té, por favor.
MUJER DESNUDA. No recuerdo cuánto té he tomado.
TETERA. ¡Calumnia! ¡Calumnia! (Ambas sacan sus sables y luchan.)
MUJER DESNUDA (Se sienta de nuevo, apoyando el brazo sobre su sable). El cerrojo de la noche parece querer abrirse, y el ramillete siempre escucha desde el corazón del mar (Mira a la TETERA con desprecio.) ¿Qué hace usted aquí, qué quiere?
TETERA. Tome más té, por favor.
MUJER DESNUDA. Váyase y llévese consigo todos estos recipientes de recuerdos inservibles.
(La MUJER DESNUDA lanza dos tazas al suelo. La TETERA, tras recoger lentamente la mayoría de los pedazos, se aparta hacia un rincón y los abraza.)
MUJER DE BLANCO (Tomando uno de los pedazos cercanos a ella). El ramillete siempre escucha, pero mi piel... mi piel no es suficiente para el latido de tus manos.
MUJER DESNUDA. La piel solo cubre el cuerpo del deseo.
MUJER DE BLANCO (Apretando con fuerza el fragmento roto). ¡Deseo! Las aguas me inundan la garganta; ¡las puras aguas!
MUJER DESNUDA. Solo el canto es suficiente (Apunta a la MUJER DE BLANCO con el sable.) Di mi nombre.
MUJER DE BLANCO. Tu nombre quema la piel de mis labios. ¡No es suficiente!
MUJER DESNUDA (Bajando de nuevo el sable y apoyándose en él). No podré abrir el momento si no me pronuncias.
MUJER DE BLANCO. Eres como un arbolito de venas abiertas. Y yo... (Llora.) Todos, todos los días, hasta que la marea me colma y abre orillas en mi garganta. Pero tú solo ves el blanco de mis ojos. Y dentro de mí, donde estoy yo dormida sobre todas las gomas de las máscaras, está también aquel momento. ¡El momento de mí! (Se lleva las manos a la cara y llora de nuevo.) Y aún huelo sus flores frescas abiertas en la noche de la inocencia.
MUJER DESNUDA. Todas las noches son siempre la misma. Su marea solo es una; así debe ser.
MUJER DE BLANCO. Pero tú podrías diseccionar la noche única de todas las que la forman para hacerme un abanico de mares (Le acerca el pedazo roto a la MUJER DESNUDA). Sería un hogar... ¡un hogar siempre fresco, siempre del rocío de la noche!
MUJER DESNUDA. La noche no puede separarse de sí misma, y tú solo existes porque me quieres. Pero yo soy solo para el ramillete que recoge en su centro todos los ríos; solo para la noche y para el himno profundo de la blancura de las sábanas.
MUJER DE BLANCO. Eres como un arbolito...
MUJER DESNUDA. No puedo recordar nada.
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