Despierta tu desnudez sobre las sábanas; manzana mordida que se invierte en la lengua de los ojos. Te susurré: "me aterra la revelación del sueño, así que mantenme despierta en el cóncavo latido de tu cuerpo". Entonces las anaranjadas ráfagas habían exigido ya el amor en la cumbre de su sacrificio, y yo solo podía sentir una vibración de labios en el suceder y sucederse del beso de una noche de mareas insomnes. "Frases largas para captar la brevedad prolongada de todo lo efímero", decías tú, germinándote desde el propio centro de ese olor intenso tan tuyo, o tan mío, o tan de lo que tú eres cuando yo.
Todo inconcluso.
Diez de la mañana; despierta tu desnudez aunque el deseo duerma.
Ay ay pequeñita, que me conozco ese sacrificio!
ResponderEliminarConoces mejor que nadie, querida.
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