- Deja que lo intente aunque sepa que no puede ser, que nunca va a ser posible.
- ¿Sería eso justo?
- No me importa. Quizá con el tiempo...
Me dejé caer en el centro mismo de mis propias palabras. "Qué tejido de mentira para el calor de tus manos", pensaba entonces, cuando de mi voz solo se me abrían espinas a lo largo de la garganta.
- Puedo intentarlo. Quien no lo sepa ver... eres preciosa, eres... mírame. Deja que lo intente. Daría cualquier cosa.
- ¿La darías de verdad o es un mero decir?
- Cualquier cosa.
Perdido ya mi cuerpo y vuelto a sí mismo; esta fue. Mi recompensa por ser fue esta.
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