A tientas, sin reconocer los espacios, terminé sentada en algún punto indefinido del suelo de aquella casa; próxima a la muerte la oscuridad absoluta de la noche. Acaso pudiera yo beberla cuando ella, saciada de mí, me lanzó al vacío.
Útero nocturno y su imposibilitado nacerme. Pensamientos agolpados en la garganta, no palabras. Volver al origen y reconocer en él la incertidumbre de la aún no parida mañana.
¿Quizá?
Volvió la luz y, con ella, sobrevivida yo a la muerte. "No me arrebates de nuevo", le dije conociendo la respuesta. "No me arrebates".
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