Hay alguien ahí arriba, sobre los ángeles,
robando el paraíso.
Hay alguien más, allí, donde la mano
no alcanza a apagar las luces del día.
Pero siempre llega la mano, la otra mano;
esa mano sin restos de cielo,
arañando todo lo que se pierde en el Empíreo,
removiendo el vómito de los ángeles de esperanza anaranjada.
¿Quién corta mis alas? ¿Quién lame la sal de la abierta herida?
Hay alguien allí y lo presiento, como se presiente todo sobre la piel,
como se presiente la punzante herida en las costillas.
Alguien arranca mi libertad y me lanza sin regreso
a la lengua desértica de la tierra. Pero allí arriba,
donde las alas se derriten y caen,
hay alguien más robando el paraíso,
sobre los ángeles.
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