Tengo un silencio apagado en la mano.
Mírame.
Soy cientos de silencios perdidos
donde la esperanza es un vacío
más profundo que la mirada.
Quería gritar.
Quería gritar y no ser vista,
romper el aire con la quietud
de las cosas que caen en su propia ausencia.
Quería ser y dejar de ser,
conocerme y olvidarme,
desaprender mi propia lengua
y hablar lo que no se oye.
Pero todas mis palabras
han dibujado su propio final;
todo lo que toco
ya no existe.
Los cuchillos danzan en el aire
y su brillo sobre mi cabeza
me lleva a desconfiar del sol;
a la luna no puedo ponerle nombre.
Gasto mis sueños para recuperar los días
y al final del camino
siempre
un puñado de silencios
que clavarse entre las costillas.
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ResponderEliminarY yo pensando: "vaya, qué poco ha tardado en arrepentirse..." :P
ResponderEliminarEs toda una alegría que a alguien le guste este pequeño desastre. Muchas gracias, Alania.
Nos leemos :)
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