Solo un minuto más
y quizá eso
nos haga libres.
Solo un minuto y un equilibrio real,
un equilibrio que todo lo parta;
una boca entreabierta,
unos ojos, señor, unos ojos
abiertos cuando se cierran.
Un minuto
y un pecho donde romperse,
donde encontrar el mar,
el mar que ahoga
y no devuelve a sus ahogados;
la eterna herida abierta,
una noche, señor, una noche
que nunca se cierra.
Pero no me ofrezcas lo que no puedo sostener
en estos brazos
de ayeres muertos.
No me entregues la aguja
disfrazada con pétalos;
no la quiero.
Dame un minuto más,
serpiente de sangre
que me devoras las arterias
y me arrastras
donde otros no llegan.
Dame un minuto sin tiempo
y un corazón caliente que me pierda
(nada más
y todo
en este deseo que me quiebra).
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