En la noche que viste tu cuerpo vi formas centelleantes. Cantaste versos de otros labios y silbé, a lo lejos; un sonido agudo atravesó las oscuras aguas de tu piel y viniste a mí como viene el sol al parto de la mañana. Silbé de nuevo. Se abrieron tus ojos negros y tu cuerpo de mujer de entonces, materia previa al desligarse de sí misma, contorno de latidos besando constantemente los límites de la carne, siempre abierta. Mi sangre y sus líquidos pétalos empezaron a derramarse, como luz, entre tus manos. Me dijiste: "ven".
Fui. Se abrieron los cuerpos y, en ellos, formas centelleantes; formas en cuerpos sin forma.
Veo que has cumplido con tu palabra...
ResponderEliminar¿Lo dudabas?
EliminarEn absoluto.
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