miércoles, 9 de febrero de 2011

Café.

Tu mente estaba empañada como un gran cristal. Hablabas y dejabas fluir la conversación sin tener muy claro que realmente lo estabas haciendo. Todo era como un sueño extraño y abstracto, como una realidad que no existía más allá de tu imaginación.
Pero estabas allí. Como siempre, después de tanto tiempo.
Sentías tu corazón, como un fuerte tambor que aumentaba su sonido con cada palabra. Cada vez más y más fuerte.
Temías que tu pecho se llegara a romper.
Entre tanto rítmico golpe, sus ojos de café te miraban, sonrientes como sus propios labios. Es curioso, no sientes amor ni nada que se le asemeje hacia esa mirada, pero verla es algo que siempre te ha provocado una gran inquietud (mezclada con un profundo agradecimiento).
Entonces un sonido ajeno al del diálogo alzó su volumen, siendo lo único que podías escuchar.
Algo se quebraba. Algo en ti se estaba rompiendo.
Y es que el tiempo hace estragos en las personas. Tu cariño por esos ojos sigue intacto y duerme tranquilo en tu costado izquierdo. Aún así, no sabes qué eres ahora para esa persona.
Te quedaste mirando sin hablar. Su mirada te hacía mil preguntas que no llegaban a nacer de su boca, y tú no eras capaz de responder. Te quedaste en blanco, como un muro que se alzaba y del cual no se podía ver el final.
Algo en tu interior gritaba con fuerza. Querías decir un “te echo de menos”, un “no te he olvidado” y podrías haber implorado durante cien años que no te olvidara a ti tampoco.
Pero las personas somos idiotas. Planeamos tanto las cosas, que cuando no salen como esperamos, nos perdemos.
Y tú te habías perdido.
Sólo querías saber si se acordaba de ti. Pero se cerraron todas las puertas, resguardando con su metal aquella respuesta a una pregunta no realizada.

2 comentarios:

  1. Hermoso ese ambiente de sentimientos encontrados que describes. A veces pasa que cuanto más queremos expresar, menos somos capaces de decir, no es algo que necesariamente esté vinculado a la edad sino a la sensibilidad (cuando la emoción nos embarga, las palabras enmudecen). Gracias por escribir como escribes y por darme la oportunidad de seguirte. un abrazo.

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  2. Cierto. En mi caso, las cosas que no digo suelen estar ligadas a un terrible miedo al rechazo.

    Gracias a ti por leerme. ¡Un abrazo fuerte!

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